Me has venido a visitar
Muerte peluda y horripilante,
te metiste dentro de mi cuerpo
sin siquiera pedir permiso,
te alojaste en mis arterias
para jalarme hasta tu último placer.
Te quisiste enquistar,
amarrar, aprovechar,
alquilarme
departamento usado,
apropiarte en definitiva
para reducirme a un recuerdo.
Pero resulta que aún
tengo ganas de vino,
aún me aferro a las
enjundiosas comilonas.
Despierto mis sentidos
con una exactitud de ferrocarril,
alzo mi lanza
para penetrar oscuros
callejones de placer;
es decir
la vida me tiene atrapado en su
maraña incandescente
y no me deja escapar,
somos aliados en
goce cotidiano.
estás demás,
sobras
en el polo. Aléjate,
toma tu sombrero añejo
tus huesos de sonajero,
tu capa ajada y harapienta,
tu guadaña obsoleta
y sal de mi aorta.
Yo no soy hoy, carne para ti.
No tenemos más relación
que el futuro
y ese está muy lejano.
Déjame agotarme en los
caminos retorcidos de la noche.
Déjame subir a los cerros.
Déjame olvidarme
incluso de mí mismo.
Quizás algún día te llamaré.
Hasta puede que te invite a bailar
o a pasear por la playa en invierno
bajo suave garúa escuchando
el canon de Pachelbel
o a mirar
con el último pedacito de sol.
Pero por ahora:
¡Ándate a la cresta!
Entiende,
debo vivirme: todavía no me he cansado
lo suficiente,
aún me quedan esperanzas
y hasta un canto olvidado.
Estoy ocupado.
Vete.
Déjame sólo con mis compañías,
debo satisfacerlas a todas,
no tengo tiempo para ti.
Debo encontrar lo hasta ahora
no hallado,
llenar carillas infinitas,
repartir caricias
y así será.
gastón herrera cortés.